martes, 20 de septiembre de 2011

Inmersa en Rayuela...

Mi lectura actual, no sé si tardía, creo que marcará, está marcando de hecho, mi manera de ver la literatura y el mundo del arte. Rayuela, sólo Rayuela, quizás siempre Rayuela y siempre Horacio. Buceando en el mundo de esta obra me he acercado a blogs y páginas que cada día me deslumbran. Descubriendo a Cortázar puede que me haya demorado imperdonablemente en acercarme a este escritor, espero disfrutarlo y saborearlo y lo único que me consuela de haber llegado tan tarde a él es pensar en lo mucho que nos queda juntos... Poquito a poco, cada vez más sumergida en su mundo.





"Hace años que me doy cuenta y no me importa, pero nunca se me ocurrió escribirlo porque la idiotez me parece un tema muy desagradable, especialmente si es el idiota quien lo expone. Puede que la palabra idiota sea demasiado rotunda, pero prefiero ponerla de entrada y calentita sobre el plato aunque los amigos la crean exagerada, en vez de emplear cualquier otra como tonto, lelo o retardado y que después los mismos amigos opinen que uno se ha quedado corto. En realidad no pasa nada grave pero ser idiota lo pone a uno completamente aparte, y aunque tiene sus cosas buenas es evidente que de a ratos hay como una nostalgia, un deseo de cruzar a la vereda de enfrente donde amigos y parientes están reunidos en una misma inteligencia y comprensión, y frotarse un poco contra ellos para sentir que no hay diferencia apreciable y que todo va benissimo. Lo triste es que todo va malissimo cuando uno es idiota, por ejemplo en el teatro, yo voy al teatro con mi mujer y algún amigo, hay un espectáculo de mimos checos o de bailarines tailandeses y es seguro que apenas empiece la función voy a encontrar que todo es una maravilla. Me divierto o me conmuevo enormemente, los diálogos o los gestos o las danzas me llegan como visiones sobrenaturales, aplaudo hasta romperme las manos y a veces me lloran los ojos o me río hasta el borde del pis, y en todo caso me alegro de vivir y de haber tenido la suerte de ir esa noche al teatro o al cine o a una exposición de cuadros, a cualquier sitio donde gentes extraordinarias están haciendo o mostrando cosas que jamás se habían imaginado antes, inventando un lugar de revelación y de encuentro, algo que lava de los momentos en que no ocurre nada más que lo que ocurre todo el tiempo.



Y así estoy deslumbrado y tan contento que cuando llega el intervalo me levanto entusiasmado y sigo aplaudiendo a los actores, y le digo a mi mujer que los mimos checos son una maravilla y que la escena en que el pescador echa el anzuelo y se ve avanzar un pez fosforecente a media altura es absolutamente inaudita. Mi mujer también se ha divertido y ha aplaudido, pero de pronto me doy cuenta (ese instante tiene algo de herida, de agujero ronco y húmedo) que su diversión y sus aplausos no han sido como los míos, y además casi siempre hay con nosotros algún amigo que también se ha divertido y ha aplaudido pero nunca como yo, y también me doy cuenta de que está diciendo con suma sensatez e inteligencia que el espectáculo es bonito y que los actores no son malos, pero que desde luego no hay gran originalidad en las ideas, sin contar que los colores de los trajes son mediocres y la puesta en escena bastante adocenada y cosas y cosas. Cuando mi mujer o mi amigo dicen eso -lo dicen amablemente, sin ninguna agresividad- yo comprendo que soy idiota, pero lo malo es que uno se ha olvidado cada vez que lo maravilla algo que pasa, de modo que la caída repentina en la idiotez le llega como al corcho que se ha pasado años en el sótano acompañando al vino de la botella y de golpe plop y un tirón y no es mas que corcho. Me gustaría defender a los mimos checos o a los bailarines tailandeses, porque me han parecido admirables y he sido tan feliz con ellos que las palabras inteligentes y sensatas de mis amigos o de mi mujer me duelen como por debajo de las uñas, y eso que comprendo perfectamente cuánta razón tienen y cómo el espectáculo no ha de ser tan bueno como a mí me parecía (pero en realidad a mí no me parecía que fuese bueno ni malo ni nada, sencillamente estaba transportado por lo que ocurría como idiota que soy, y me bastaba para salirme y andar por ahí donde me gusta andar cada vez que puedo, y puedo tan poco).



Y jamás se me ocurriría discutir con mi mujer o con mis amigos porque sé que tienen razón y que en realidad han hecho muy bien en no dejarse ganar por el entusiasmo, puesto que los placeres de la inteligencia y la sensibilidad deben nacer de un juicio ponderado y sobre todo de una actitud comparativa, basarse como dijo Epicteto en lo que ya se conoce para juzgar lo que se acaba de conocer, pues eso y no otra cosa es la cultura y la sofrosine. De ninguna manera pretendo discutir con ellos y a lo sumo me limito a alejarme unos metros para no escuchar el resto de las comparaciones y los juicios, mientras trato de retener todavía las últimas imágenes del pez fosforecente que flotaba en mitad del escenario, aunque ahora mi recuerdo se ve inevitablemente modificado por las críticas inteligentísimas que acabo de escuchar y no me queda más remedio que admitir la mediocridad de lo que he visto y que sólo me ha entusiasmado porque acepto cualquier cosa que tenga colores y formas un poco diferentes. Recaigo en la conciencia de que soy idiota, de que cualquier cosa basta para alegrarme de la cuadriculada vida, y entonces el recuerdo de lo que he amado y gozado esa noche se enturbia y se vuelve cómplice, la obra de otros idiotas que han estado pescando o bailando mal, con trajes y coreografías mediocres, y casi es un consuelo pero un consuelo siniestro el que seamos tantos los idiotas que esa noche se han dado cita en esa sala para bailar y pescar y aplaudir. Lo peor es que a los dos días abro el diario y leo la crítica del espectáculo, y la crítica coincide casi siempre y hasta con las mismas palabras con lo que tan sensata e inteligentemente han visto y dicho mi mujer o mis amigos. Ahora estoy seguro de que no ser idiota es una de las cosas más importantes para la vida de un hombre, hasta que poco a poco me vaya olvidando, porque lo peor es que al final me olvido, por ejemplo acabo de ver un pato que nadaba en uno de los lagos del Bois de Boulogne, y era de una hermosura tan maravillosa que no pude menos que ponerme en cuclillas junto al lago y quedarme no sé cuánto tiempo mirando su hermosura, la alegría petulante de sus ojos, esa doble línea delicada que corta su pecho en el agua del lago y que se va abriendo hasta perderse en la distancia. Mi entusiasmo no nace solamente del pato, es algo que el pato cuaja de golpe, porque a veces puede ser una hoja seca que se balancea en el borde de un banco, o una grúa anaranjada, enormísima y delicada contra el cielo azul de la tarde, o el olor de un vagón de tren cuando uno entra y se tiene un billete para un viaje de tantas horas y todo va a ir sucediendo prodigiosamente, el sándwich de jamón, los botones para encender o apagar la luz (una blanca y otra violeta), la ventilación regulable, todo eso me parece tan hermoso y casi tan imposible que tenerlo ahí a mi alcance me llena de una especie de sauce interior, de una verde lluvia de delicia que no debería terminar más. Pero muchos me han dicho que mi entusiasmo es una prueba de inmadurez (quieren decir que soy idiota, pero eligen las palabras) y que no es posible entusiasmarse así por una tela de araña que brilla al sol, puesto que si uno incurre en semejantes excesos por una tela de araña llena de rocío, ¿qué va a dejar para la noche en que den King Lear? A mí eso me sorprende un poco, porque en realidad el entusiasmo no es una cosa que se gaste cuando uno es realmente idiota, se gasta cuando uno es inteligente y tiene sentido de los valores y de la historicidad de las cosas, y por eso aunque yo corra de un lado a otro del Bois de Boulogne para ver mejor el pato, eso no me impedirá esa misma noche dar enormes saltos de entusiasmo si me gusta como canta Fischer Dieskau. Ahora que lo pienso la idiotez debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los frescos de Giotto en Padua. La idiotez debe ser una especie de presencia y recomienzo constante: ahora me gusta esta piedrita amarilla, ahora me gusta L'année dernière à Marienbad, ahora me gustas tú, ratita, ahora me gusta esa increíble locomotora bufando en la Gare de Lyon, ahora me gusta ese cartel arrancado y sucio. Ahora me gusta, me gusta tanto, ahora soy yo, reincidentemente yo, el idiota perfecto en su idiotez que no sabe que es idiota y goza perdido en su goce, hasta que la primera frase inteligente lo devuelva a la conciencia de su idiotez y lo haga buscar presuroso un cigarrillo con manos torpes, mirando al suelo, comprendiendo y a veces aceptando porque también un idiota tiene que vivir, claro que hasta otro pato u otro cartel, y así siempre."



La vuelta al día en ochenta mundos. Siglo XXI. 1967

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Corazón tan blanco

El lunes pasado le preguntaban a Antonio Banderas en Los Desayunos de Tve si le hubiese gustado votar en referéndum la reforma de la Constitución. Contestó que sí… matizando su respuesta con una condición: siempre que no se esté en circunstancias especiales o extraordinarias como parece que son las que sufrimos. Sostenía, si no le entendí mal, que quizás el equipo de gobierno conocía datos que realmente situaban nuestra economía al borde del abismo o del temido “rescate” y que para pararlo (si es que eso es pararlo) había que cumplir las exigencias del núcleo duro europeo. Expresaba algo así como que quizás fuese mejor que esos datos, ese abismo inmediato, no fuesen conocidos por la sociedad y utilizó la metáfora de que si un alcalde supiese que se avecina un terrible terremoto no sería más beneficioso evacuar tranquilamente a la población, aún con su desconocimiento, asombro o indignación antes que sembrar la alarma por el advenimiento de esa catástrofe. Una cuestión presente un todos nosotros: la necesidad de conocer. Y junto a ella la indivisible necesidad de revelar. Quién no ha tenido alguna vez la disyuntiva de contar o no algo que sabe puede resultar desastroso y cambiar el sino de la persona receptora del mensaje.


En esto anduve metida el pasado mes a raíz de la lectura de Corazón tan blanco de Javier Marías, un libro que se metió en mí desde el primer momento y por el que el autor hace deambular de forma magistral la funadamental Mabeth, que da de alguna forma título al libro. Sacando sólo uno de los temas y trayéndolo a lo que está pasando en este convulso y acabado verano también a mí me surge esa creencia de que realmente sí estamos en ese abismo, pero que tanto para el gobierno como para Europa es mejor mantenerlo “en secreto” de alguna manera y así evitar un caos mayor, pues parece que el desplome final de España sería la explosión final de Europa. Puede que el gobierno quiera proteger nuestro corazón tan blanco de la desolación que provocaría el conocimiento de la realidad y el futuro que nos espera. A lo mejor ve a todos los indignados, con sus corazones blancos, creer y tener esperanzas y prefiere no romper esas ansias y expectativas de cambio, del cambio que piden ellos, no del que otros proponen y aseguran, y crea que es mejor un “reformazo” y no destruir la poca fe que queda en que se podrá salir del túnel y restituir todo lo que hemos ido perdiendo en estos tres años horribles.

En el libro, el día de su boda, el protagonista asiste perplejo a una charla con su padre, en la que cobra importancia el consejo que el último le da a su vástago: si tienes secretos no se los cuentes a ella. A través de la lectura de la novela descubro lo conveniente e incluso vital que resulta mantener en secreto posibles hechos o datos. No desvelarlos nunca, no mancharles el corazón a otros con tus perversiones o errores pasados, no destrozar esa burbuja de esperanza y salvación que puede proporcionar la ignorancia en múltiples ocasiones. Puede que sea esto lo que se esconde detrás de la a priori innecesaria, irracional y súbita reforma; o puede que sea esta una imposible esperanza sólo fruto de mi corazón tan blanco.

domingo, 7 de agosto de 2011

Viajar, viajar, viajar...





Pocas cosas envidio más de aquéllos que gozan de una situación económica desahogada que el hecho de poder viajar. No hay lujo del que disfruten que yo cambiase por el placer de viajar despreocupadamente  al menos dos veces al año. Cierto es que junto con el dinero hace falta tiempo para disfrutar de todo lo beneficioso que te ofrece la actividad viajera. Este verano he disfrutado de un viaje que ni en sueños pensé realizar. Quizás porque nunca me vi como una persona viajera en ese romántico sentido de la palabra. Escogí la ruta sin pensarlo demasiado, el Benelux, un pase económico y que me ofrece ver tres países que nunca había marcado en mi mapa de próximos viajes imaginarios. Ahora sé que la ignorancia es atrevida. Es esa una zona de ensueño que me recondujo a un lugar que había abandonado.  Lo maravilloso de viajar al extranjero es que te ofrece muchas visiones diferentes. La primera la del país que visitas. Por todo aquello que lo diferencia del nuestro, aunque probablemente es cada vez menos, ya que en todas las ciudades europeas encontramos las mismas tiendas, burguers, cafeterías… Otra visión es la que percibes de tu país desde fuera, aunque sea por poco tiempo y gracias a lo que  los lugareños te cuentan de tu madre patria. Y otra visión es la que consigues de ti mismo en un lugar diferente, con gente diferente y viviendo cosas apasionantes. Miras la ciudad,ña gente, cómo se hablan, se miran, sonríen y caminan.  El verte observando a desconocidos imaginando historias, sus vidas. Escudriñando a otros turistas. Cómo viajan y reaccionan ante la magnitud de la ciudad que descubren.  Y si tienes la suerte de encontrar música en directo casi por donde quiera que vayas te sientes en una novela. Eres una persona distinta que podría ser protagonista de una historia cosmopolita y solitaria, bohemia y romántica, negra y misteriosa. La verdad es que sólo veo  ventajas en viajar, con muchos o pocos medios, pero viajar, viajar viajar…

domingo, 24 de julio de 2011

PARALELISMOS EXAGERADOS


Ilustración de Gallardo 


Ya hace mucho tiempo que me gusta leer o ver en internet entrevistas a periodistas a los que admiro o de los que me gusta su trabajo. Algo paradójico y hasta contradictorio; será que echo de menos programas de entrevistas largas a personajes que tengan algo más que contar que lo horrible que puede llegar a ser una vida mediocre que venden al mejor postor.
Todos ellos, los periodistas a los que entrevistan, coinciden en un momento en todas las entrevistas. Ese momento es cuando el entrevistador, sea cual sea, le pregunta por cómo ve en la actualidad el periodismo, o la labor de periodista o el momento que vive la prensa a nivel general. La respuesta se torna similar. Coinciden en que el problema de la prensa a nivel mundial, y aquí no se salva casi ningún tipo de periodismo (sociedad, política, económica, deportiva…) es el hecho de que han entrado en juego grandes corporaciones, empresas que no son meros jugadores sino que marcan poco a poco las reglas del juego.
No es que sea una temerosa del mercado pero desde luego estoy  muy  lejos de pensar que es el dios salvador que tantos veneran en este siglo. También sé los riesgos que implica que sea el sector público el que ofrezca cierto tipo de servicios pero espero que exista en la mente de algún pensador con influencia política un término medio. Lo que intento expresar es que teniendo en cuenta la importantísima labor que en sociedades democráticas ejerce la prensa  como es posible que esté de rodillas ante intereses económicos. Si necesitan una ley (orgánica ni más ni menos) que proteja su función y asegure su libertad ante posibles presiones gubernamentales, ley que todos entendemos, pues la prensa y el periodista han de ser libre para formar opinión pública, columna vertebral en una sociedad democrática, cómo es posible que estén vendidos a grandes holdings. Esto obviamente  me viene a la cabeza cada vez que leo un nuevo capítulo de la gran historia de Murdoch. Pero exagerando un poco voy más allá… Qué pasará el día en que entreguemos también la sanidad o la educación a corporaciones privadas que sólo buscan beneficios económicos. Si, como ocurre con la prensa, un magnate que vive y se enriquece fuera de nuestras fronteras fuese el que poseyera y administrase la sanidad sin control y sin pensar en lo importante que es para una sociedad ésta. Es exagerado comparar ambas, sanidad y prensa libre de calidad, pero a mi parecer ambas son importantes para una sociedad sana y madura, capaz de superar el embrollo en el que otros nos han metido y volverán a meternos. 
No hace mucho asistí, obligada, a una conferencia de un hombre muy relacionado con la administración sanitaria. Con toda esa burocracia que conlleva el hecho imprescindible de administrar salud. Estaba preocupado por el futuro de nuestro sistema. Le asustaba que algo que ya está pasando en ciertos casos se convierta en la tónica general. Se refería al hecho de que compañías de seguros españolas se están deshaciendo de sus hospitales para venderlos a grandes grupos árabes o americanos, quedando ellas como meras gestoras o intermediarias. Estos hospitales en esa nuevas manos ofrecerían cirugías menores de calidad y adornadas con toda la pompa con la que el mercado sabe adornar para vender sus productos, pero se negarían a ofertar servicios vitales, más feos y menos rentables: oncología, cardiología y similares. Los pacientes que necesitasen de esos poco rentables servicios son derivados a nuestros hospitales públicos. Esto, de momento, porque qué pasará cuando ya no quede ninguno.  ¿Llegará ese día? Quizás pensar en un país sin hospitales públicos, sin educación pública y sin prensa libre sea  demasiado. Sí, es exagerado.

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miércoles, 16 de marzo de 2011

Doctor ¿estoy bien?







Tecnología médica, prevenir enfermedades, estudiarlas, antes de que aparezcan en nosotros. Esto es lo que puede hacer en nuestro tiempo la tecnología. La ciencia ya no se “limita”  a darnos respuestas, ahora se ocupa de hallar la causa última de los posibles y eventuales peligros que pueden amenazar nuestra salud.  La diferencia del mundo que se nos abre con el que conocemos es precisamente que actualmente la ocupación es el control de las enfermedades, se las estudia para poder remediarlas,  mientras que lo realmente revolucionario será el estudio de la salud.  No se tratarán de manera minuciosa solo a aquellos que sufren enfermedades, los que estén sanos serán objeto de riguroso estudio, pues qué es lo que tienen en su ADN que los hace fuertes, casi inmunes.
Realmente asusta. Al parecer los avances tecnológicos en el campo de la medicina van encaminados a una medicina mucho más personalizada e individualizada. Y esto, no en el sentido con el que nos lo vendería un slogan de una aseguradora, sino que simplemente (“simplemente”) cada uno de nosotros llevaría en su teléfono móvil toda su información, su carga genética y el estado exacto de sus constates en cada momento. Así se facilita la labor médica y también la exactitud en el diagnóstico.  Todo son desde luego ventajas. Pero en serio, ¿no asusta un poco? A lo mejor y, a pesar de mi juventud, no tengo yo un espíritu innovador preparado para todos estos avances. Nunca me había visto a mí de esta forma, pero es posible que así sea. Siempre me han dado cierto miedo las “máquinas”. Esto no es fruto de una afición desmedida a libros de ciencia ficción, pues no la tengo, ni a malas experiencias con la tecnología, pues, salvo casos contados, me ayuda y me valgo de ella a diario; pero cosa distinta es que mi cuerpo, mis entrañas, en la acepción más técnica de la palabra (si la tiene), aparezcan representadas en una máquina o que a través de sensores puedan saber qué es lo que le está ocurriendo a mi cuerpo en cada momento, aunque este esté, a priori, sano. Me asusta que con la excusa de la salud lleguen a controlar hasta ese punto mi ser. Pues la salud, junto con la seguridad, ha sido pretexto de tantas limitaciones de libertades individuales que ya no nos alarmamos de las que nos van imponiendo. Es curioso que en un momento en el que nos sentimos tan libres individualmente, estemos tan limitados y tan constreñidos por unas normas cada vez más y más limitadoras.  Y una reflexión: ¿estaría yo dispuesta a ceder esa parcela de mi persona en pro de la salud? O, ¿solo lo haría si esta salud ya no me acompañara? La realidad es que en las situaciones extremas, sí que haríamos cualquier cosa; y algo que también da miedo es que a veces no soy capaz de precisar si la situación que ahora vivimos es o no extrema. Esto sí que me asusta.

Y una última cosa. Un compañero me planteó el otro día la cuestión de porqué en tan poco tiempo, y partiendo de la fecha clave de la caída del telón de acero, había avanzado tanto la informática y la tecnología, dando un salto en diez años muy superior a lo avanzado en los diez anteriores. Yo no soy una experta en informática, no pude contestarle. Pero él sí tenía muy claro cuál era la razón: los gobiernos la tenían escondida, por temores mutuos unos a otros. Sí, algo desorbitada, pero mirándola en profundidad… a mí desde luego todavía me ronda la cabeza.

jueves, 3 de marzo de 2011

ENTRADA MAFIOSA


Hace muchos, muchos años…. Cuando funcionaba diferente tanto mi mente como mi verborrea, recuerdo que tuve una acalorada discusión con mi padre  por algo que ahora mismo no habría encendido disputa alguna, pues casi se podría decir que estamos de acuerdo en todo el tema. Fue poco después de las elecciones de marzo 2004, justo en esa época en que se acusaba al Gobierno recién estrenado de querer romper la familia. A raíz de ese bombardeo mediático que supuso aquel tiempo de manifestaciones católicas y conservadoras le espeté a mi patriarca, cuál ignorante atrevida,que "no entiendo tanto jaleo por eso de proteger a la familia, no sé porque le dan tanta importancia, si no es para tanto… blablablabla…” Él, polémicas ideológicas aparte, me dijo que la unidad familiar es la base de nuestro estado, casi que de todos los estados, y que por supuesto que era más que importante hablar de ella.
Estoy segura que los razonamientos de mi padre distaban mucho de los que empujaba a aquellos (aquéllos) a salir a la calle. No me parece que esté en contra de que los homosexuales puedan contraer matrimonio, ni siquiera se opone, al menos abiertamente, a la adopción de hijos por parte de los mismos. Tampoco pienso que sus palabras fuesen fruto de una preocupación interior acerca de la inminente ley del aborto, ni nada de lo que suscitó la “reyerte verbal” aquel día. Lo cierto es que lo que mi padre me quiso hacer ver es que lejos de lo que estos tiempos nos muestran, alejándonos de unos valores que no por conservadores son negativos, es que el núcleo familiar, la unidad en sí, claro que es importante, importantísima, que por supuesto merece protección por parte de los gobiernos. Pero esto, claro está, empiezo a digerirlo ahora. En esos momentos nada era más irrelevante para mí que la familia, en el sentido más positivo de la expresión.  
Lo cierto es que todos estos recuerdos vinieron a mí cuando la semana pasada, y ante la proximidad de la gala de los Oscars, hablaban de la importancia capital del tema familiar en la cinematografía en general, y en la mayoría de las películas nominadas en particular. Que aunque aparentemente no sea el tema estrella de la película, sí es lo que mueve internamente a muchos de los personajes principales de estas.  
En Días de cine hablaron en su último programa de la película Los chicos están bien y destacaban esa presencia del tema familiar en muchas de las películas americanas de los últimos años, pero con una precisión; la presencia era de la familia en cualquiera de sus manifestaciones o maneras: monoparentales, homosexuales y familia en su más clásica concepción. Y es aquí cuando vuelve a surgir el recuero de lo que mi padre me dijo: la familia claro que importa, y mucho. Es la base de lo que serán nuestros ciudadanos, tus vecinos, compañeros de trabajo y en definitiva los que van a sacar adelante o a hundir nuestro mundo. La familia, y no quiero por tanto repetirla parecer Al Capone, es la causa y consecuencia de lo que somos. Sea cual sea el “tipo” de la que formemos parte. Siempre arrastraremos sus costumbres y valores. Perder esto, sería peligroso. La alienación de las familias es un fruto más de la barbarie que puede suponer el sistema occidental en el que nos toca vivir y cuyas consecuencias o desastres espero no conocer jamás. Y para terminar esta entrada mafiosa, manifestar lo mucho que a veces tardamos en valorar en profundidad la durísima labor que supone la formación de una familia. Es un trabajo a tiempo completo en el que trabajan todos cuando somos niños, y colaboraremos todos en cuanto seamos adultos. 


Este es el enlace del repor de DDC que merece la pena ver:
http://www.rtve.es/mediateca/videos/20110225/los-chicos/1029785.shtml

martes, 22 de febrero de 2011

CISNE NEGRO + NACHO DUATO = ME GUSTA LA DANZA


Me lo imaginaba hace tiempo, pero la lejanía con la que veía el mundo de la danza del mío no me dejaba creer que era del todo cierto. Pero sí, me gusta la danza. Me apasiona. Hace unos meses vi a la Compañía Nacional de Danza Contemporánea que recién despojada de la presencia del mejor director artístico que ha tenido venía a Santiago; eso sí, representaba una de las creaciones de ese genio que es para mí Nacho Duato. Bien, yo misma me sorprendí de lo que me impresionó el espectáculo. Las sensaciones que despertó en todo el público se podían palpar: emoción, embriaguez, plenitud. No sé cuantos expertos en danza contemporánea habría en la sala, la que escribe desde luego no era una, pero sin tener una formación y sí teniendo un total desconocimiento de la disciplina, disfruté como nunca lo he hecho con ningún otro tipo de arte escénica. Lo que me lleva a reiterar mi creencia de que el arte de calidad no necesita un curso previo para que emocione y conmueva. Todo en la perfecta obra de Nacho Duato era impactante. La música, la escenografía y por supuesto estaba llevada a cabo por las mejores herramientas que podía anhelarse: unos perfectos bailarines cuyos cuerpos parecían no ser de la misma especie que la mía…
Con Cisne Negro ocurre algo diferente. Es cine. Y el cine sí que es algo que lleva mucho tiempo formando parte de mi vida. Además es ballet clásico que, con toda la osadía por parte de esta ignorante en la materia, opino que es más fácil de ver. No quiero ser mal interpretada, no pienso que sea más fácil, pero sí que encaja más y mejor con la idea de ballet, de bailarina que todos tenemos en la cabeza. Esos seres etéreos que parecen volar. Pienso que la película cuenta una historia por todos conocida: una perfeccionista y sacrificada bailarina en una importante compañía que lucha por un papel que le permita subir el escalón definitivo. Pero lejos de resultar otra peli de baile resulta un thriller psicológico inquietante que busca explicar hasta dónde llegan las oscuridades del ser humano y qué consecuencias nos reporta la búsqueda de estas. Si añadimos la excelente interpretación de Natalie Portman, el film se vuelve magnético y apasionante. Sigo fascinada por el trabajo de ella, magnífica en todos los planos. Sin duda una de las mejores interpretaciones que he visto últimamente.
Cisne Negro remueve otra vez la temática del sacrificio y la extrema entrega que requiere el mundo de la danza a todos los niveles. No sé si es el arte que más exigencia acarrea pero sí es de los que más impresiona. Quizás sea por esa citada lejanía con la que lo apreciamos la mayoría de los mortales. Por lo efímero, por los inalcanzables bailarines, porque ejecutan con sus cuerpos lo que la música está removiendo en nosotros. Acabo de cerciorarme de mi pasión por ella. Más vale tarde que nunca.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Caótica Annie





Recientemente, y en plena sequía de series, han llegado a mis manos un par de documentales interesantes sobre un tema común: las relaciones de pareja. Uno de ellos “La gran historia de la pareja”  repasa el proceso de formación de la pareja hasta llegar al concepto actual de la misma, el otro “Hasta que el hogar nos separe” estudia las relaciones de pareja, una vez que estas pasan a convivir y compartir techo, que no labores.  Por supuesto el último extrae las conclusiones esperadas:  la mayor (mayorísima) parte de las ocupaciones domésticas son llevadas a cabo por la mujer, y solo hay un 0,5% de hombres amos de casa. Lo cierto es que mientras el primero de ello resalta los avances de la mujer alcanzados en este último siglo, y también  por el hombre en ciertos aspectos, el otro nos muestra el nuevo sometimiento del sexo femenino. Lo que ocurre básicamente es que frente al nulo sentimiento de culpa por parte del hombre que no colabora en casa está el reconcomio femenino del hay que hacer esto y prefiero hacerlo yo. En este documental  hablan sociólogos, psicólogos, terapeutas… un grupo de especialistas que analizan el porqué de esta realidad. Obviamente una de las causas es la distinta educación recibida por niños-niñas en el seno del hogar. La reflexión que yo extraje fue bien distinta.
Mi caso personal es similar al de muchos niños de mi generación, incluso podría decir que es igual al de los varones de generaciones anteriores a la mía: nunca he hecho nada en casa. En mi casa se repartían las labores del hogar padre y madre casi al 50% y siempre sin acuerdo previo, ya que dudo que tuviesen que sentarse a debatirlo y llegar a un punto común, creo que simplemente fue algo natural para ellos. Lo cierto es que pienso que mi caso no es muy distinto del de otros compañeros de generación aunque les cueste reconocerlo, a ellas sobre todo, y lo nieguen.  Ahora ya no existe diferenciación en la educación doméstica de niños y niñas y hemos pasado, nosotras, porque ellos ya estaban en ese lado, a la orilla del no participar en las tareas de nuestra casa que, mágicamente, aparece impoluta y ordenada cada vez que entramos en ella. Y ¿cuál es entonces el resultado en una pareja  que estrena convivencia cuando se parte de iguales posiciones frente a la dirección del hogar? No lo sé. Quizás sea esta la generación que lo escriba y tal vez sean otros nuevos los problemas que surjan de este hecho. Del que ya no nos sintamos nosotras culpables por no  llevar al día los quehaceres de la casa, del que ya no queramos cargar con el peso de la organización de la familia en general., del hecho de que ya no encontremos ni una sola escusa o razón para la pasividad masculina ante los deberes domésticos.  Repito que no sé cuál será el resultado de todo esto. En mi caso personal, el resultado ha sido el caos absoluto. 

sábado, 5 de febrero de 2011

nuevo periodismo...






Hablar desde la absoluta ignorancia no es bueno. Lo sé; pero lo haré como espectadora. No voy a cebarme ( o sí…) con los periodistas del corazón, que ya están más que azotados, y no digo yo que sea sin merecerlo, ni mucho menos. Lo cierto es que vengo observado una extraña tendencia también en el periodismo informativo o de actualidad. Tampoco voy a referirme al que desarrollan los que informan de sucesos, ya que además de bastante desconocido para mí, puesto que prácticamente no lo he seguido jamás, me repugna en abundancia. 
Lo que ocurre es que ya hace tiempo vi un documental "El culto al famoso" que además de hacer un repaso a la televisión y a la obsesión por ser famoso que hay ahora en el mundo, también se ocupaba de hablar de las revistas del corazón, en este caso británicas, y de cómo los directores de éstas se habían hecho con la dirección de algunos de los periódicos de relevancia en el país. Algo sin duda preocupante, ya que se extenderían al "periodismo serio" las técnicas, las maneras, de la prensa amarilla, que a mi parecer nada positivo aportan. Recitando aquí a Anna Bosch, a la que sigo fervientemente, hace poco publicó el berenjenal en el que podía meterse, o para mí, debía haberse metido David Cameron. El caso es que su director de política de comunicación, Andy Coulson,  había sido anteriormente director del periódico News of the World, que se había visto implicado en unas escuchas ilegales al entorno de la familia real británica y que había salido airoso con una digna dimisión, desentendiéndose del asunto y siendo fichado por Cameron, que por aquel entonces estaba en la oposición. Bueno, empezar por que para mí eso sería ya un escándalo, y que dejaría mucho que desear bajo mi punto de vista del político. Pero lo que más me llama la atención es que parece ser que el  periodista,  ahora con Cameron en el Gobierno, no se dedica a ser un director de comunicación al uso, sino que es un verdadero peso pesado con bastante influencia para el Primer Ministro. El culebrón termina con el renacimiento del caso de las escuchas, la revelación  de que al parecer eran más que habituales en el periódico que dirigía Coulson, y que no eran tan desconocías por este último, por lo que  acción-reacción: dimisión de Coulson del puesto relevante que ostentaba ante la imposibilidad de seguir saliendo indemne del escándalo. 
Lo cierto es que me resulta asombroso que un hombre así haya conseguido tamaño poder en la vida política británica, y me asusta que eso pueda pasar en nuestro país. No es que crea que J. J. Vázquez vaya a ocuparse de las relaciones de comunicación del PP o PSOE, pero sí es cierto que su (creo) jefe, Paolo Vasile y su sombra ya es alargada en Italia y nada me preocuparía más que pudiese suceder eso en España. Que instaurase más allá de en la televisión, cosa que ya ha hecho, los valores importados del país de la pasta. Eso sería terrible.
Ya sufrimos bastante su "neotelevisión" o "neoperiodismo", no recuerdo bien como lo llamaban, y  esto es así aunque no veamos sus productos. La tendencia se ha extendido a la prensa deportiva y hasta a los informativos de televisión (habéis visto los nuevos de Antena3???). Lo cierto es que los títulos de créditos amenazantes y las voces en off que anuncian casi el caos informativo los veo en prácticamente todos los medios de comunicación. 
Aunque siempre hay esperanza, y viendo lo que hace Rosa María Molló en Egipto o la propia Anna Bosch me siento reconfortada. Esto aunque eche en falta a otros prejubilados por TVE, lo cierto es que tengo que confesar aquí mi debilidad por la mayoría de los periodistas de esta casa.
En fin, que no sé si me habré pasado, por si acaso reiteraré aquí el comienzo de mi entrada, hablo desde mi absoluta ignorancia. Sólo como espectadora.

P.D.: no sé de quién es la ilustración, lo siento, la he robado en internet, sin pagar ni nada... De veras que lo expresaría si lo supiese. 

domingo, 23 de enero de 2011

Entrada impopular...

No soy funcionaria. No gozo de ese estatus privilegiados del que parecen gozar en este país los empleados públicos, aunque de alguna manera sí estoy realcionada con él. El otro día leí en el blog de Anna Bosch, corresponsal en Londres de RTVE, la situación que está viviendo gran Bretaña y en especial Manchester con esto de los recortes del nuevo gobierno y su impuesta y necesaria nueva austeridad : “El Ayuntamiento de Manchester prescindirá de 2.000 empleados, un 17% de su plantilla, en el próximo año. ¿La razón? Los ajustes presupuestarios. Según cuentan en el Ayuntamiento, el Gobierno Cameron les ha recortado la financiación en un 21% y tienen que reducir en 110 millones de £ el gasto de este año”
El post explica más detenidamente la situación y acaba planteando algunas preguntas respecto al que pasará a partir de ahora: “Aquí en el Reino Unido, como en casi todas partes, los funcionarios y en general cualquier empleado público no levantan muchas simpatías y que se vayan al paro, por lo tanto, no da mucha pena, ni despierta mucha solidaridad. Pero algunas de las preguntas que surgen son: ¿Qué pasará con esas decenas, centenares, de miles de parados? ¿Encontrarán trabajo en el sector privado, como dice el Gobierno? Según varios estudios, la creación de empleo es lo último que llega en una recuperación económica. Si el consumo es un motor de nuestra economía, ¿cómo afectará el que tantos miles de personas se queden sin trabajo o teman quedarse sin? Y más preguntas... “. La realidad es que lo que me llama la atención es el comienzo del párrafo, lo de que en reino Unido al igual que en todas partes los funcionarios no levantan simpatías, una carga aceptada y más que interiorizada por los empleados públicos de este país, y supongo, que de todo o casi todo el mundo. Pero lo que realmente me indignó fueron los comentarios, en especial uno que deseaba que ojalá los funcionarios españoles fuesen un 10% de eficaces y de amables que los de UK.
No puede estar más desprestigiado y más atacado presentándose siempre como un atajo de vagos parásitos el funcionariado de este país. Y creo saber  cuál es la razón. En este país el problema del empleo es histórico y la sombra del paro muy alargada, si a esto unimos que "la envidia es el deporte nacional", pues blanco y en botella. Lo cierto es que en un mercado laboral dinámico y flexible un empleo público no es la ansiada joya de la corona que representa aquí en España, pues no hace falta más que ver las estadísticas, el 60% de los jóvenes universitarios desean ser funcionarios. La realidad es ésa. A nadie le sorprende una mala crítica a un funcionario. La mala reputación es tal que parece que no puedas, en un alarde de confianza, “confesar” ante un autónomo o un ex-empleado de la construcción en paro que tú eres de esos, esa especie de ser que no trabaja, gana un sueldazo, tiene vacaciones y sabe que no lo van a echar a la calle, sin ganarte una mirada de recelo o una mala cara como si esos extraños seres fuesen los responsables de haber sumido en lo que está sumido a este país. Lo que ocurre es que nadie parece ponerse a pensar en el largo proceso que nos ha llevado a tener (pues en cierta forma es real) un exceso de empleados públicos. Esta Administración infinita, farragosa, tediosa y entorpecedora que sufrimos  no es fruto del funcionariado, eso que quede claro. Sólo se trata del resultado de la idea tan cañí de “papá Estado todo me lo da, todo lo arregla”. Y si a esto unimos  el pesado cuerpo legislativo al que está sometida, producto de los distintos gobiernos, pues la ecuación resulta clara. Es infumable. Pero repito que esto no es culpa del empleado público.  Él se ha limitado a  prepararse unas oposiciones (normalmente duras) y presentarse a una plaza, normalmente más de las que necesitamos, sí, pero este hecho no es causa del funcionariado, es consecuencia de la concepción política de un país entero en la que todos  entramos.

viernes, 14 de enero de 2011

qué miedo...

http://lacomunidad.elpais.com/zanganeando/posts

http://nosolocurro.wordpress.com/



Merece la pena leerlos, quizás os pase como a mí que estoy talmente de acuerdo. En cuanto lo leí publiqué el enlace en mi perfil de Facebook (algo que no creo que vean con muy buenos ojos los defensores de la ley Sinde) para que todos mis amigos que no suelen leer el periódico lo viesen y lo leyeran porque no puede resultar más informador. Muestra claramente la intención que tienen de manejar a sus anchas lo poco que nos queda de libertad en estos tiempos de prohibiciones y escaseces. Sinceramente, tampoco entiendo el criterio del Ministerio a la hora de escoger invitados, no sé qué pueden aportar algunos de los comensales de los que ya sabemos y resabemos sus argumentos y soluciones de rancio abolengo... En fin, que da miedo pensar en qué manos está el Ministerio, algo vergonzoso, que la única preocupación de la Señora Sinde sea la piratería y no porque la cultura en algunas zonas de este país está ausente y encima desprestigiada, que la defienda de verdad, que la acerque a todos, que realmente la haga atractiva. Y sabes donde pienso que la cultura resulta así, en la Red. Donde la puedes gozar y disfrutar según tu propio criterio.  A mí me gusta el cine, soy fiel a mi cita semanal con el programa Días de cine, bien, pues una gran parte de la películas que recomiendan y presentan como grandes obras sólo pueden llegar a mí a través de internet, es más, como no hablo inglés, muchas de ellas jamás las disfrutaría si no fuese por ese consumidor caprichoso y delincuente que ocupa su tiempo traduciéndola y subtitulándola. Qué tiene que decir a todo esto la Ministra, que además de ser la de los cineastas y músicos, quiero pensar que también es la mía.
Y es que ya no es que no quiera pagar, ni que no me lo pueda permitir, sino simplemente que no tengo oportunidad de ello. Que jamás han pasado en un cine cercano a mí “Soñadores” de Bertolucci, ni “ La celebración” de  Vitenberg, ni muchas otras. Y no hablemos de los clásicos, grandes olvidados en los videoclubes de la localidades pequeñas. La red me brinda la posibilidad de ver películas que nunca se han estrenado en España, de disfrutar de documentales interesantes que no emiten canales  de tv de aquí, o que lo hacen sólo (aunque la RAE diga que no, lo seguiré tildando) los canales de pago, y estos sí que no me los puedo permitir.  Sigo pensando que el casposo mundillo intelectual y la vergüenza que es la SGAE no deberían ser los que decidiesen los caminos que debe seguir algo tan grande (en todas sus vertientes) como la Red. Y a partir de ahora lo escribiré siempre con mayúscula como si fuese mi único dios a seguir, pues desde luego más generoso y mas consolador que los otros dioses que he conocido en mi vida es.  Me da realmente miedo que paren en seco todo lo positivo que vivo teniendo la posibilidad de encontrar en internet todo lo que busco y encima a mi alcance. Gracias a la Red descubrí películas, interioricé líneas de filosofía, de análisis,de pensamiento plasmadas en reportajes sobre todo lo que se puede imaginar; eso me ha hecho una persona más fuerte. Porque la asequibilidad de la cultura en un país es básico para que éste se llene de ciudadanos fuertes y librepensadores, algo casi imposible si recurrimos a formas no delictivas para nutrir nuestro intelecto en este momento.

miércoles, 12 de enero de 2011

¡¡ Pequeña masoquista !!



No sé exactamente qué es lo que hace que no continuemos un hábito, una costumbre o cualquier actividad que nos reporta satisfacciones varias. Es cierto que en lo que a mí se refiere  si hay algo que me defina es la ausencia absoluta de constancia. Esto conlleva a que en mi se encuentre la enorme virtud de no poseer ningún vicio, algo muy difícil en estos tiempos viciosos que vivimos. Pues no fumo, ni me engancho a ningún videojuego, ni videojuego ni juego a secas, ni tampoco por supuesto tengo el gusanillo de Blaconcia que la impulsaba a correr o a practicar deporte( fuente de inspiración para esta entrada, entiéndase como fuente a Blaconcia y no al gusanillo en cuestión). Pero no es que me sienta mal por no haber practicado deporte en todo el 2010, pese habérmelo propuesto desde el principio y pese a ser consciente de que sin duda es algo que me beneficio y me hace sentir bien. Es un hecho. Durante las escasas y cortas temporadas en las que he practicado algún deporte, o más bien, me he obligado a hacer ejercicio me he sentido pletórica. Igual que cuando llevas un tiempo tratando cuidadosamente a la piel. Lavándola con su adecuado gel mañana y noche, suaves masajes circulares, aplicándote la rica crema, con ese olor tan exquisito, y el contorno de ojos, a pequeños golpecitos, cuando te levantas y antes de acostarte, dos veces al día y dos por semana exfoliante…qué sensación más placentera. Realmente te ves más bella, te sientes una mujer que se cuida por fuera; y si después de esa rutina te sientas en tu sofá a ver un buen documental o una serie o peli de culto también eres una mujer que se cuida por dentro… Pero lejos de clichés de revistas femeninas ( que por cierto he ido abandonando, poco a poco, eso sí) no es que tenga una carga de conciencia por los propósitos incumplidos ni una inquietud insoportable por los que me debería estar haciendo y que para ahorrarme frustraciones futuras me he propuesto no hacerme.
Lo que me ha empujado a escribir esto, aparte de la inspiración antes señalada, es que no entiendo porqué dejo de lado tan frecuentemente y por tan dilatado tiempo esto que yo llamo el mundo blog y que tanta alegría y buenos ratos me ha hecho vivir. Y es que las risas, el buen rollo, el placer que he experimentado y experimento cuando me sumerjo en él  me hace pensar que si lo abandono y me alejo del mismo tiene que ser por puro masoquismo, única explicación racional para ello.