domingo, 7 de agosto de 2011

Viajar, viajar, viajar...





Pocas cosas envidio más de aquéllos que gozan de una situación económica desahogada que el hecho de poder viajar. No hay lujo del que disfruten que yo cambiase por el placer de viajar despreocupadamente  al menos dos veces al año. Cierto es que junto con el dinero hace falta tiempo para disfrutar de todo lo beneficioso que te ofrece la actividad viajera. Este verano he disfrutado de un viaje que ni en sueños pensé realizar. Quizás porque nunca me vi como una persona viajera en ese romántico sentido de la palabra. Escogí la ruta sin pensarlo demasiado, el Benelux, un pase económico y que me ofrece ver tres países que nunca había marcado en mi mapa de próximos viajes imaginarios. Ahora sé que la ignorancia es atrevida. Es esa una zona de ensueño que me recondujo a un lugar que había abandonado.  Lo maravilloso de viajar al extranjero es que te ofrece muchas visiones diferentes. La primera la del país que visitas. Por todo aquello que lo diferencia del nuestro, aunque probablemente es cada vez menos, ya que en todas las ciudades europeas encontramos las mismas tiendas, burguers, cafeterías… Otra visión es la que percibes de tu país desde fuera, aunque sea por poco tiempo y gracias a lo que  los lugareños te cuentan de tu madre patria. Y otra visión es la que consigues de ti mismo en un lugar diferente, con gente diferente y viviendo cosas apasionantes. Miras la ciudad,ña gente, cómo se hablan, se miran, sonríen y caminan.  El verte observando a desconocidos imaginando historias, sus vidas. Escudriñando a otros turistas. Cómo viajan y reaccionan ante la magnitud de la ciudad que descubren.  Y si tienes la suerte de encontrar música en directo casi por donde quiera que vayas te sientes en una novela. Eres una persona distinta que podría ser protagonista de una historia cosmopolita y solitaria, bohemia y romántica, negra y misteriosa. La verdad es que sólo veo  ventajas en viajar, con muchos o pocos medios, pero viajar, viajar viajar…