sábado, 9 de febrero de 2013

El peor resultado

He oído alguna vez, hace tiempo (cuando éramos ricos, ricos como país, porque como ciudadanos no lo hemos sido nunca), alabanzas por parte de muchos hacia aquellos que podían tirarse en televisión minutos  hablando sin decir nada. Elogios a políticos, economistas o presidentes de patronales y sindicatos que no contestaban a las preguntas de los periodistas, que se iban por la tangente o incluso le daban la vuelta. Se veía como una buena cualidad del político el tener una verborrea de campeonato que escurriera el bulto, no dijese nada e inventase eufemismos para todo. Esto daba valía a la persona, demostrando su profesionalidad. Yo también me quedaba impresionada por esa capacidad de algunos agentes sociales que participaban en distintas tertulias televisivas o radiofónicas y no decían nada, eran interpelados por algún que otro periodista incisivo (rara avis) y no decían nada. Bien, esto no me parecía despreciable, pues yo también sentía que era lo propio del político, y yo también sentía que éramos ricos. Lo que ocurre es que la realidad se nos ha presentado sin eufemismos ni rodeos, tan clara y tan potente que resulte vergonzoso como siguen manejando la situación los que ahora nos gobiernan y los que "oficialmente" nos representa.



Leía en el blog de Antonio Muñoz Molina esa costumbre instaurada de no llamar a las cosas por su nombre, no decir "privatizar" sino "externalizar la gestión", al igual que se empezó a utilizar la expresión "daños colaterales" para las víctimas inocentes de los conflictos bélicos, y ahora todos la utilizamos y la vemos como algo con sentido, con contenido, no como una expresión vacía y criminal. Como no se podía decir "crisis" en la campaña electoral del 2008 sino desaceleración económica; o como ahora, que no se dice que nuestro presidente desprecia al Congreso y por extensión a toda la opinión pública, sino que son "cuestiones de agenda" sus escasas comparecencias ante las Cámaras. La falta de respeto ya no llega solo en el contenido de las no explicaciones que dan a todos y cada uno de los escándalos que se filtran, ahora también está en la forma. Presentarse ante la prensa de tu país como lo hizo Rajoy hace una semana es sin lugar a dudas  la falta de respeto más escandalosa que he vivido como ciudadana adulta y con derecho a voto. Es que no sabe él lo importante que es en una sociedad democrática el derecho a la información, o es que está tan seguro de esa base social acérrima a su partido que no necesita razones y que siempre le darán su apoyo. Parece que sólo a ellos se dirige el presidente, que sólo para ellos gobierna. La frustración de tantos al ver como en este país nadie da explicaciones, nadie siente que tiene que darlas, debe recordarles a muchos a aquélla que sentían en años muy recientes de nuestra historia en los que las explicaciones a los poderosos ni siquiera se les pedían. Que en este país la gente mienta libremente, engañe y actúe de forma nada ética sin que ninguna dimisión se produzca, que sigan inventado expresiones sin sentido, creando conjunciones que nada dicen. Cómo se puede permitir que en este país la ministra de trabajo, perdón, de Empleo y Seguridad Social, diga que está "muy moderadamente satisfecha" con las cifras del paro; que lo diga además en sede parlamentaria sin que nadie ponga el grito en el cielo. ¿Es que tan tontos les parecemos?, la rabia que muchos sentimos al escuchar estas palabras es sólo la guinda de este pastel de desprecio y falsa oratoria que sufrimos desde hace muchos años. Lo que ocurre es que el daño mayor que se nos puede hacer está perpetrado: no es que no nos demos cuentas de que como tontos nos tratan, es algo peor, estamos convencidos de que no hay alternativa ni esperanza, comulgamos con ruedas de molinos ante este crimen porque han conseguido que todos creamos que es lo que los políticos hacen, que no hay que esperar otra cosa, que no van a dar explicaciones, ni abrir un debate real sobre nada porque es lo propio de todo el que gobierna. Este es el más triste de los resultados posibles de estas operaciones de eufemismo y palabras, palabras y palabras que no dicen nada.

http://antoniomuñozmolina.es/2013/01/al-pan-pan/

sábado, 2 de febrero de 2013

Vidas reales y "La vida imaginaria" de Mara Torres

Acabo de terminar el libro que tú me has regalado, experimento esa sensación agradable de terminar una joyita fácil y optimista. La vida imaginaria de Mara Torres me ha llevado a escuchar otra vez a Vetusta Morla, a recuperar todo aquellos que era mío antes de ti,  pero que nunca he perdido estando contigo. Me ha llevado a revivir todo eso que hemos pasado juntos, todo eso que no cambiaría jamás. Ni uno solo de los días. Ni un solo momento. Todo lo que ha pasado quiero que se quede como pasó. Con todo el drama y con todos esos difíciles momentos que no me duelen porque tú los has conseguido transformar en anécdotas. Anécdotas y recuerdos que conforman esos inicios almodovarianos y literarios con los que yo soñaba. Comienzos que hoy nos roban una sonrisa. Hasta eso me has dado. Hasta eso. Permitirme vivir la historia de pasiones y locuras que no sabía que fuera de los libros pudiese acabar así, como un amor sano, feliz, normal. ¿Normal?, este adjetivo del que los amantes huyen por querer creerse siempre extraordinarios, tú y yo no lo tememos. No nos asusta. No necesitamos una canción, una fecha, un lugar. ¿Es esto la vida real?¿Es posible? Pasado el tiempo de adaptación, los créditos de nuestro film, empieza la historia real de mi vida, la mía contigo, la mía conmigo. Y justo cuando más cerca estoy de ti, justo cuando más nos apoyamos, siento que no tengo que temer a desdibujarme en la historia de pareja, en el nosotros. Ese miedo que existía en mí, miedo que existía en nosotros, miedo a perdernos en una vida de dos. Justo en este momento eres tú el que me hace permanecer cerca y fiel a mí misma, a la persona al completo que he sido siempre. Esto es real aunque parezca una fantasía. 


"...nos quedan muchos más regalos por abrir..."