¿Es soberbia? ¿Es generosidad? ¿Es lícito? ¿Es vanidoso, prepotente? La labor de Flora Poste es sin duda cuestionable, y seguramente por muchos, despreciable. Intentar seguir un camino parecido al que esta jovencita decide emprender para mejorar, siempre bajo su punto de vista, la vida de sus primos.
Es acaso una labor que desenmascara a un ser pretencioso que desea imponer su modo de vida.O por el contrario una labor óptima, deseable y digna. Es posible que sea Angela Merkel una especie de Flora Poste que intenta sacarnos de este salvajismo al que nos ha llevado el fiero e indomable estado de bienestar impuesto por nuestro problemático y poco fiable carácter sureño.
Lo cierto es que todos nos hemos sentido alguna vez tentados a actuar como la protagonista del libro de Stella Gibbons e intentar "bieneducar" a aquellos que creemos alejados del buen camino. De hecho censuramos casi a diario formas de hablar, gustos musicales, cinematográficos y televisivos.Etiquetamos y desetiquetamos a las personas a nuestras anchas y siempre creemos que si se acercasen un poco a lo que nosotros consideramos el decálogo del buen vivir sería mejores. Que este mundo sería mejor si más personas compartiesen aquello que creemos minoritario y a la vez necesario estímulo para el intelecto. Es la cima de la pedantería, es la añoranza del lugar prioritario que ocupaba el conocimiento, la cultura. ¿Nos iría mejor si todo tuviésemos una joven Flora Poste cerca?
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