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Revelador ensayo sobre el uso del sufrimiento en los medios y en la fotografía en especial. Lo que no se temía la autora en el momento es, creo yo, el ritmo ascendente de dicho uso,ya abuso. Me pregunto si habrá algún límite y si existe, será respetado o se traspasara ¿? Quizás ya lo hayamos pasado.
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La realidad es que no mostramos la misma empatía ante las imágenes devastadoras que llegan a nosotros desde tierras lejanas que ante aquéllas que suceden en lugares más cercanos. Siempre se ha creído que quizás es por lo ajeno que sentimos esos lugares, como si estuviéramos a salvo; mientras que si ocurre en países de nuestro entorno, más aún en nuestro propio país, sí nos sentimos amenazados por el horror. Quizás también sea por la asiduidad con la que vemos las primeras frente a lo poco común que suelen ser las segundas. En este mundo lleno de violencia, las imágenes son la motivación y el alimento de los violentos, así como el opio del resto.
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