En ocasiones valores supremos y deseables pueden tornarse peligrosos. España es un país solidario, qué duda cabe. Siempre que ha ocurrido una catástrofe y la desgracia azota a un pueblo o una región los españoles se vuelcan. Es uno de los países que encabeza la donación de órganos y no hace mucho que descubrimos como no sólo Galicia sino todo el país se volcaba en la donación de sangre tras el accidente del Alvia. Siempre hemos sido caritativos, quizá también por influencia del catolicismo, España es un país dado al trapicheo y a la caridad para lavar conciencias, igual que las bulas papales de hace siglos, a veces hay que soltar un poco de dinero para seguir pecando con la conciencia tranquila. Más caritativos que filantrópicos, por supuesto. Por eso no es de extrañar que sea en España donde tenga lugar el extraño caso del intento de apadrinamiento de estudiantes, para que salven a aquellos a los que el Estado ha dado la espalda y expulsa de la educación universitaria pública. Porque lo más sangrante de este asunto es que los estudiantes necesitados de padrinos son estudiantes de universidades públicas, no están pidiendo entrar en una de esas universidades españolas que te garantizan trabajo al acabar la carrera, ni desean hacer un carísimo máster que te coloca cuando lo acabas.
Y es que en este país de solidarios y caritativos tenemos muy distorsionado el significado de lo público. Lo público es gratis, es mío, me pertenece y además no vale nada. El hecho de haber disfrutado de un estado de bienestar que ha permitido que disfrutemos por derecho de educación, sanidad y otros servicios sociales y culturales no significa que eso haya sido gratis. El hecho de que no paguemos una tasa cada vez que disfrutamos de un servicio no significa que no hayamos pagado ya por ello, es más, no significa que otros también hayan pagado por ello. Porque lo público no es gratis, es un gasto compartido, no es que o sea de nadie, es que es de todos. Lo que implica que sea mío pero también que sea de otros. Aunque quizás en este país entre socialista, tramposo y picaresco el concepto de la propiedad lo tengamos también distorsionado.
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