miércoles, 16 de marzo de 2011

Doctor ¿estoy bien?







Tecnología médica, prevenir enfermedades, estudiarlas, antes de que aparezcan en nosotros. Esto es lo que puede hacer en nuestro tiempo la tecnología. La ciencia ya no se “limita”  a darnos respuestas, ahora se ocupa de hallar la causa última de los posibles y eventuales peligros que pueden amenazar nuestra salud.  La diferencia del mundo que se nos abre con el que conocemos es precisamente que actualmente la ocupación es el control de las enfermedades, se las estudia para poder remediarlas,  mientras que lo realmente revolucionario será el estudio de la salud.  No se tratarán de manera minuciosa solo a aquellos que sufren enfermedades, los que estén sanos serán objeto de riguroso estudio, pues qué es lo que tienen en su ADN que los hace fuertes, casi inmunes.
Realmente asusta. Al parecer los avances tecnológicos en el campo de la medicina van encaminados a una medicina mucho más personalizada e individualizada. Y esto, no en el sentido con el que nos lo vendería un slogan de una aseguradora, sino que simplemente (“simplemente”) cada uno de nosotros llevaría en su teléfono móvil toda su información, su carga genética y el estado exacto de sus constates en cada momento. Así se facilita la labor médica y también la exactitud en el diagnóstico.  Todo son desde luego ventajas. Pero en serio, ¿no asusta un poco? A lo mejor y, a pesar de mi juventud, no tengo yo un espíritu innovador preparado para todos estos avances. Nunca me había visto a mí de esta forma, pero es posible que así sea. Siempre me han dado cierto miedo las “máquinas”. Esto no es fruto de una afición desmedida a libros de ciencia ficción, pues no la tengo, ni a malas experiencias con la tecnología, pues, salvo casos contados, me ayuda y me valgo de ella a diario; pero cosa distinta es que mi cuerpo, mis entrañas, en la acepción más técnica de la palabra (si la tiene), aparezcan representadas en una máquina o que a través de sensores puedan saber qué es lo que le está ocurriendo a mi cuerpo en cada momento, aunque este esté, a priori, sano. Me asusta que con la excusa de la salud lleguen a controlar hasta ese punto mi ser. Pues la salud, junto con la seguridad, ha sido pretexto de tantas limitaciones de libertades individuales que ya no nos alarmamos de las que nos van imponiendo. Es curioso que en un momento en el que nos sentimos tan libres individualmente, estemos tan limitados y tan constreñidos por unas normas cada vez más y más limitadoras.  Y una reflexión: ¿estaría yo dispuesta a ceder esa parcela de mi persona en pro de la salud? O, ¿solo lo haría si esta salud ya no me acompañara? La realidad es que en las situaciones extremas, sí que haríamos cualquier cosa; y algo que también da miedo es que a veces no soy capaz de precisar si la situación que ahora vivimos es o no extrema. Esto sí que me asusta.

Y una última cosa. Un compañero me planteó el otro día la cuestión de porqué en tan poco tiempo, y partiendo de la fecha clave de la caída del telón de acero, había avanzado tanto la informática y la tecnología, dando un salto en diez años muy superior a lo avanzado en los diez anteriores. Yo no soy una experta en informática, no pude contestarle. Pero él sí tenía muy claro cuál era la razón: los gobiernos la tenían escondida, por temores mutuos unos a otros. Sí, algo desorbitada, pero mirándola en profundidad… a mí desde luego todavía me ronda la cabeza.

jueves, 3 de marzo de 2011

ENTRADA MAFIOSA


Hace muchos, muchos años…. Cuando funcionaba diferente tanto mi mente como mi verborrea, recuerdo que tuve una acalorada discusión con mi padre  por algo que ahora mismo no habría encendido disputa alguna, pues casi se podría decir que estamos de acuerdo en todo el tema. Fue poco después de las elecciones de marzo 2004, justo en esa época en que se acusaba al Gobierno recién estrenado de querer romper la familia. A raíz de ese bombardeo mediático que supuso aquel tiempo de manifestaciones católicas y conservadoras le espeté a mi patriarca, cuál ignorante atrevida,que "no entiendo tanto jaleo por eso de proteger a la familia, no sé porque le dan tanta importancia, si no es para tanto… blablablabla…” Él, polémicas ideológicas aparte, me dijo que la unidad familiar es la base de nuestro estado, casi que de todos los estados, y que por supuesto que era más que importante hablar de ella.
Estoy segura que los razonamientos de mi padre distaban mucho de los que empujaba a aquellos (aquéllos) a salir a la calle. No me parece que esté en contra de que los homosexuales puedan contraer matrimonio, ni siquiera se opone, al menos abiertamente, a la adopción de hijos por parte de los mismos. Tampoco pienso que sus palabras fuesen fruto de una preocupación interior acerca de la inminente ley del aborto, ni nada de lo que suscitó la “reyerte verbal” aquel día. Lo cierto es que lo que mi padre me quiso hacer ver es que lejos de lo que estos tiempos nos muestran, alejándonos de unos valores que no por conservadores son negativos, es que el núcleo familiar, la unidad en sí, claro que es importante, importantísima, que por supuesto merece protección por parte de los gobiernos. Pero esto, claro está, empiezo a digerirlo ahora. En esos momentos nada era más irrelevante para mí que la familia, en el sentido más positivo de la expresión.  
Lo cierto es que todos estos recuerdos vinieron a mí cuando la semana pasada, y ante la proximidad de la gala de los Oscars, hablaban de la importancia capital del tema familiar en la cinematografía en general, y en la mayoría de las películas nominadas en particular. Que aunque aparentemente no sea el tema estrella de la película, sí es lo que mueve internamente a muchos de los personajes principales de estas.  
En Días de cine hablaron en su último programa de la película Los chicos están bien y destacaban esa presencia del tema familiar en muchas de las películas americanas de los últimos años, pero con una precisión; la presencia era de la familia en cualquiera de sus manifestaciones o maneras: monoparentales, homosexuales y familia en su más clásica concepción. Y es aquí cuando vuelve a surgir el recuero de lo que mi padre me dijo: la familia claro que importa, y mucho. Es la base de lo que serán nuestros ciudadanos, tus vecinos, compañeros de trabajo y en definitiva los que van a sacar adelante o a hundir nuestro mundo. La familia, y no quiero por tanto repetirla parecer Al Capone, es la causa y consecuencia de lo que somos. Sea cual sea el “tipo” de la que formemos parte. Siempre arrastraremos sus costumbres y valores. Perder esto, sería peligroso. La alienación de las familias es un fruto más de la barbarie que puede suponer el sistema occidental en el que nos toca vivir y cuyas consecuencias o desastres espero no conocer jamás. Y para terminar esta entrada mafiosa, manifestar lo mucho que a veces tardamos en valorar en profundidad la durísima labor que supone la formación de una familia. Es un trabajo a tiempo completo en el que trabajan todos cuando somos niños, y colaboraremos todos en cuanto seamos adultos. 


Este es el enlace del repor de DDC que merece la pena ver:
http://www.rtve.es/mediateca/videos/20110225/los-chicos/1029785.shtml